Groovy y la polka inmortal
por: Werekation
Era el año 1900, y Pioquinto González se encontraba en su pequeña sala de Torreón, frustrado. El evento de inauguración de los tranvías entre Lerdo y Torreón estaba a la vuelta de la esquina, pero su musa parecía haberse evaporado. El arpa, el violín y el piano esperaban en silencio, testigos de su bloqueo creativo.
De repente, un destello azulado iluminó el cuarto, y ahí apareció Groovy, el peculiar robot con cuerpo de cassettera y una antena que chisporroteaba al ritmo de un vals imaginario. Pioquinto dio un brinco y soltó su pluma.
—¿Quién... o qué eres tú? —preguntó el músico.
—Soy Groovy, un viajero del tiempo —respondió con su voz metálica pero amable—. Estoy aquí para ayudarte a componer la melodía que marcará la historia de esta región.
Sin más explicación, Groovy ajustó un dial en su pecho, y una suave melodía emergió de su sistema. Era un compás vivaz, alegre, como el traqueteo de los tranvías al avanzar por los rieles. Pioquinto escuchó con atención, sus dedos tamborileando en la mesa, hasta que una chispa iluminó su mirada.
—¡Eso es! —exclamó mientras se apresuraba al piano—. Necesita más vida, más fuerza… algo que inspire a los pasajeros a soñar mientras viajan.
Groovy observó en silencio mientras el músico tocaba con una energía renovada, modificando y añadiendo notas aquí y allá. En unas horas, el pasacalle "De Torreón a Lerdo" estaba completo. Pioquinto lo interpretó para el robot, quien aplaudió con entusiasmo.
—Gracias, Groovy. No sé cómo lo hiciste, pero... esto es justo lo que necesitaba.
Antes de desaparecer en otro destello, Groovy dejó un mensaje: "A veces, el futuro necesita una chispa del pasado para brillar". Pioquinto quedó pensativo, pero no había tiempo para dudar. La orquesta ya lo esperaba impaciente por las partituras.
Días después, la melodía debutó en la inauguración del tranvía, y las notas de Pioquinto resonaron como un eco eterno entre Lerdo y Torreón. Mientras tanto, en un rincón desconocido del tiempo, Groovy sonreía satisfecho.
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